miércoles, 18 de agosto de 2010

YO TAMBIÉN TE QUIERO PHILLIP MORRIS


                 Para no faltar a la verdad he de decir que me costó un poco aceptar la invitación para ir a ver esta película el viernes pasado en compañía de Edu (como veis, cada vez voy al cine con una persona.) Y el principal motivo de rechazo era la presencia en el reparto, y además como protagonista, de uno de los actores que menos soporto: Jim Carrey. Sin embargo, aunque no creo que sea un buen actor, todo su registro de gestos que le han hecho famoso no queda fuera de lugar en una película tan esperpéntica (y no lo digo como algo peyorativo) y enérgica como es Phillip Morris, te quiero (I love You Phillip Morris) que llega con bastante retraso a nuestro país y que encontró no pocos problemas para su distribución en E.E.U.U. por razones un poco absurdas que explicaré más adelante. Una película que se puede clasificar como la versión bizarra de El talento de Mr. Ripley.


                 La película, dirigida por Glenn Ficarra y John Requa, está basada en el libro I Love You Phillip Morris: A True Story of Life, Love and Prison Breaks de Steve McVicker, que a su vez se inspira en la vida real del estafador Steven Ray Russell al que da vida un hiperactivo Jim Carrey. El problema que de antemano posee esta película es que el tráiler, como la mayoría de las veces, no hace justicia al contenido del film y da una idea totalmente equivocada de lo que la película propone, presentándola como una comedia más con el sello Jim Carrey, algo que ha logrado el rechazo de muchos espectadores antes de ir a verla. Por ello, a pesar de lo erróneo de la publicidad, que en lugar de conseguir atraer a más público lo ha ahuyentado, animo a la gente a que no tenga el prejuicio de que esta película es una estupidez más del señor Carrey. Los que vayáis, por favor, en V.O.S.
                La historia gira alrededor del estafador Steven Russel que, tras llenarse los bolsillos con todo tipo de engaños al seguro, acaba en prisión, lugar en el que conoce al Phillip Morris del título (Ewan McGregor.) A partir de aquí la trama no para de dar vueltas, saltando del drama (hasta la lágrima viva, al menos en mi caso) a la comedia más brutal aunque, en muchos casos, facilona.
                No es una película genialísima, obviamente, pero es, y para eso sirve muchas veces el cine, entretenida. El ritmo, marcado por la machacona música que acompaña a nuestro personaje desde el cielo azul que abre la película, no para de crecer entre la carcajada y el asombro, especialmente por lo directo, brutal y, por supuesto, divertido de muchos comentarios y escenas.
                Es, sin duda, una película multigenérica, en la que el contenido dramático y crítico es mucho más profundo de lo que puede aparentar. Sin embargo la película es un despropósito (y de nuevo lo digo sin carácter peyorativo) de principio a fin, por centrarse en el excéntrico personaje interpretado por Carrey (y de ahí que todos sus gestos por una vez tengan uso de razón) que vive además una relación amorosa en un contexto tan poco romántico e inusual como es la prisión y los juzgados, lo que da juego a muchas situaciones para la risa por la combinación del romanticismo más desatado (y acartonado) con lo más duro y sucio de la vida penitenciaria.

                No es nada nuevo, y creo que ya no debe sorprender, que la relación de los protagonistas sea homosexual.
Aunque la presencia en la pantalla del “tema homosexual” es cada vez mayor, pienso que, desde la aceptación por parte de la mayoría de la condición homosexual, la presencia cinematográfica de lo gay se ha manifestado desde lo políticamente correcto buscando siempre una visión con la que nadie se pudiera sentir molesto (hablo dentro del propio colectivo gay, porque fuera la homofobia, desgraciadamente, sigue existiendo. Y quien no lo quiera ver es tonto.) Ahí están excelentes películas como Mi nombre es Harvey Milk (2008), Yossi y Jagger (2002) o la más conocidas, y más mediocres, Brokeback Mountain (2005) o Philadelphia (1993). 



La lista es más larga, pero es cierto que la mayoría de películas que hablan abiertamente de la homosexualidad han nacido con un necesario papel reivindicativo, proclamando siempre la igualdad y denunciando el rechazo y el acoso que el colectivo gay ha sufrido durante tanto tiempo. Y es algo que está muy bien, y más teniendo en cuenta la invisibilidad de los homosexuales durante tantas décadas en la historia del cine en la que únicamente se habían podido colar sutilmente a partir de personajes que, o bien eran una caricatura mediante lo afeminado o el travestismo,  o bien eran personajes en los que  se  asociaba lo gay a la maldad y la perversión, y en este caso los supuestos gays de Hitchcock son muy conocidos (La Soga de 1948 o Extraños en un tren de 1951.)



 Aunque nos duela, aquella representación de lo gay era  la aceptada en una época en la que el ser homosexual suponía toda clase de comentarios a excepción de aquellos que tuvieran que ver con la igualdad o la normalización. No es de extrañar cuando en algunos lugares, como  en España, la ley de vagos y maleantes y la peligrosidad social era aplicada a los homosexuales bajo penas de cárcel y tratamientos varios con tal de “curar” lo que era una bochornosa y perversa conducta para el régimen oficial.
Por fortuna los tiempos han cambiado, la apertura es mayor y el respeto y los derechos se han ido alcanzando. El problema es, al menos en el campo del cine, que se ha pasado de un extremo a otro, y en la ficción parece que sólo se puede mostrar la homosexualidad como portadora de valores y derechos (algo que no niego, obviamente) y pronto se tacha de homófobo al que muestra a un personaje gay que no sea todo bondad e inteligencia. Pero eso también es mentir, porque homosexuales o no, los seres humanos son buenos y malos, divertidos y sosos, agradables o esperpénticos… independientemente de su condición sexual. Se habla de que los “tópicos hacen daño” que “eso no ayuda a la normalización”. Pero lo que no podemos pretender es, en este caso, que si en una película sale un personaje homosexual esta situación siempre se de bajo una intención aleccionadora o “bienhechora”. El cine es cine y los tópicos, tanto homosexuales como heterosexuales, pululan por las pantallas sin que eso signifique, necesariamente, un ataque contra la sexualidad de nadie, porque muchas veces los ataques más crueles suelen ser más sutiles y no tan evidentes como mostrar a una persona amanerada. 


Y en este sentido han ido muchas de las críticas que ha recibido Phillip Morris, te quiero, a la que se le acusa de hacer daño al colectivo gay por la imagen esperpéntica y tópica que supuestamente da de los homosexuales. Pero pienso, particularmente, que cualquier homosexual que se sienta ofendido por este film cae en un error. Es cierto que la visión del gay en esta película es extrema, pero es algo que, en este caso, no está fuera de lugar dado el despropósito general que supone toda la trama y toda la película. Este film no pretende aleccionar y decirnos que debemos ser tolerante con los demás (para eso ya deberían estar la escuela y la familia), aunque en ningún momento sus dos protagonistas gays sufren rechazo por su condición sexual a pesar de la irónica situación de que el film se desarrolla nada más y nada menos que en Texas. Por otro lado, aunque el gay de Carrey sea exagerado no considero que falte al respeto a nadie ni que busque la parodia hiriente porque, nos guste o no, lo cierto es que hay gays como el que retrata Carrey (además de que está basado en hechos reales) con camisetas de tirantes y caniche a lo Paris Hilton, igualmente que existen gays tímidos y siguiendo el tópico, “sensibles”, como el que representa Ewan McGregor al que hay que hacer mención especial por su capacidad como actor, pues logra crear un personaje totalmente creíble (y adorable.)


 De todas formas estoy harto de que siempre se hable de “tipos de gays” y se recurra mil y una veces a aquello de “la locaza” y “el normal”. No señores. La cosa es mucho más simple para mi: dentro de la gran variedad de personas que existen en el género humano, algunas son homosexuales y otras no. Los gays no son una categoría humana aparte. 
Pero sea como sea, no podemos pretender que una película con tal de no ofender a los gays (o a la gente de color, o las mujeres… o  a cualquier otro colectivo sensible a la crítica por todo lo que le ha tocado soportar) deba ser un catálogo de buenas actitudes y no pueda mostrar personajes homosexuales que, igualmente que vemos en tantas otras películas de protagonismo heterosexual, son exagerados, caricaturescos o incluso repugnantes. El problema nace, y es aquí cuando soy el primero que acusa de homofobia,  en el momento en el que la caricatura es hiriente y pretende menospreciar a determinado colectivo. Pero en esta película no hay nada de eso.
El personaje de Carrey, además, es un estafador, por lo que debería ser entendido como una personaje negativo. Sin embargo no lo resulta en absoluto porque a medida que se desarrolla la película vemos que, por paradójico que nos resulte, toda esa estafa que cada vez es más grande no es otra cosa que un gesto de amor. Pero aunque sea un gesto de amor ni la persona que más te quiere en el mundo lo podría aceptar. Y quizá esa sea la moraleja que yo siempre trato de buscar en todas las películas, que el fin no siempre justifica los medios. De todas formas, aunque es algo de lo que peco mucho, no hay que elevarlo todo al campo de la reflexión, porque la película no deja de ser una comedia disparatada, llena de ritmo y con un componente visual y sonoro más que logrado.


El problema es que esta película ha sido censurada y ha tenido dificultades para su estreno en E.E.U.U. por, según ellos, las escenas explícitas entre dos hombres que pueden ofender al público. Y esto es algo que sólo consigue  hacerme reír porque, por un lado, existen infinidad de películas mucho más explícitas en cuanto a lo sexual y lo violento que, sin embargo, no encuentran problemas para ser vistas en la pantalla. Al contrario, el contenido sexual o duro, siempre que sea entre un hombre y una mujer, parece no molestar a nadie. Por otro lado, aunque es cierto que en la película hay escenas entre hombres (lo que no supone ningún problema) estas son mínimas y en ningún momento creo que deban escandalizar a nadie, porque en realidad, salvo DOS besos entre Carrey y McGregor, sólo hay una escena que puede resultar explícita y que no creo que lo sea más que todo lo que podemos ver en televisión o en las películas. No obstante, tanto en E.E.U.U. como aquí, la gente solo se preocupa de “proteger” a sus hijos de determinadas cosas y, aunque enseñar a dos hombres besándose o directamente follando no hace daño a nadie es algo que todavía está mal visto. Aún tenemos que escuchar comentarios de “qué asco” o “qué directo”, sin embargo cosas verdaderamente dañinas como la manipulación informativa o mierdas como “Sálvame” que tanto perjudican a la inteligencia o a la sensibilidad de las personas siguen presentes en nuestros medios.
Pero por desgracia existe gente que a estas alturas se escandaliza por ver a dos hombres o dos mujeres besándose. Pero la homosexualidad es una realidad y esta película, aunque lejos del discurso reivindicativo de las otras, pone el dedo en la llaga para toda aquella gente que no soporta determinada sexualidad. Pero les guste o no, existe. Y como se suele decir, a quien no le guste, que no mire.


                 De todas formas pienso que lo que ha llevado a esta película a retrasarse en su estreno y a no encontrar distribuidor no ha sido sólo la presencia de la homosexualidad. La película que, como dije, está desarrollada en Texas, no deja en buen lugar a los valores tradicionales norteamericanos, de la familia ideal, de todos los domingos a misa, del marido policía y la mujer ama de casa con dos o tres hijos rubios e ideales, que celebra barbacoas con los vecinos los domingos en su verde jardín. La película, y ahora sí, se burla directamente de todo ese sistema de valores supuestamente ideal por su doble moral de la que el protagonista, una vez que sale por todo lo alto del armario, se libera. Además se pone en jaque al sistema judicial, policial y penitenciario de los E.E.U.U. (o al menos de Texas) incapaz de ver como se la juega un esperpéntico estafador. Y si hay algo que a los estadounidenses les jode por encima de la homosexualidad, el ateísmo y la izquierda, es que se burlen de su autoridad.

3 comentarios:

  1. La vi anoche (por desgracia, doblada) y también amé a Phillip Morris; me encantan las comedias estrambóticas, pero que no llegan a ser fantoches, y esta lo ha conseguido. Aunque a mí personalmente también me molestan los estereotipos tan rampantes, con uno haciendo de "hombre" de traje y otro de "mujercita" sensibloide, no pude evitar adorar a Obi-Wan Kenobi en su papel de rubito mono (momento friki). Y no oculto mi alegría al ver que por fin podemos ver una comedia romántica gay como si tal cosa. Fue un gran día.

    PS: "Americano" es una cosa, y "estadounidense", otra. Sólo un pequeño apunte, tu crítica me ha encantado ^^

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  2. Muchas gracias por tu comentario. Y por lo del matiz de americano y estadounidenses, ya lo he corregido en el texto. Muchas veces metemos la pata al decir americanos en general (de norte a sur) cuando nos queremos referir sólo a estadounidenses.

    Ciao!

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  3. Uiii, habrá que verla!
    Así que al final viste "Milk"! Recuerdo que te daba la tabarra para que la vieras, que te gustaría porque "salían cosas de ópera" jejeje...

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