lunes, 23 de agosto de 2010

CON LA IDEOLOGÍA HEMOS TOPADO (III)


           Fuera ya del cine franquista, existen dos ejemplos muy conocidos en el campo del cine y la ideología que representan a dos regímenes con los que se pueden tener muchas cosas en contra. Me refiero, obviamente, a la cineasta alemana Leni Riefenstahl (1902-2003) y al director soviético S.M. Eisenstein (1898-1948). Lógicamente con todos los sesudos trabajos y escritos que se han dedicado a ambos personajes poco o nada puedo añadir yo, al menos en el campo del análisis cinematográfico.


            
                     Lo que está claro es que en el caso de Leni Riefenstahl el rechazo por el unidireccional contenido nazi de sus cintas ha hecho que muchos se nieguen a visualizarlas, porque como algunos argumentan, y de esta frase he sido testigo, “yo no soy un nazi”. Obviamente yo tampoco lo soy pero he sido capaz de disfrutar de las dos obras por las que Leni será recordada (muy a su pesar, me parece): El triunfo de la voluntad (Triumph des Willens) de 1935 y Olympia (1938). Sin embargo, a pesar de estar al servicio del macabro aparato nazi, las películas de Leni Riefenstahl sentaron cátedra para el posterior cine documental y produjeron notables avances tanto en la fotografía (campo en el que esta actriz, bailarina, fotógrafa, escaladora y directora de cine era una experta) como en el montaje. No en vano, en el caso de El triunfo de la voluntad siempre se ha dicho que el congreso de Nüremberg que inmortaliza Riefenstahl fue montado ex profeso para realizar la película, con todas las posibilidades técnicas que este hecho ofrecía.



              Y aunque nos duela, la herencia cinematográfica de Leni ha calado en concepciones posteriores a pesar de que sirvió para beneficiar a la campaña ideológica y expansiva del III Reich. Pero insisto, son películas para ver y para valorar tanto por la capacidad creativa como por ser testimonio histórico, especialmente por revelar, a nuestros ojos no nazis, los instrumentos de manipulación ideológica y propagandística de los medios, algo de lo que seguimos siendo víctimas (aunque no queramos verlo) ya no al servicio del nacionalsocialismo, obviamente, pero sí a merced de otros “valores” como el consumismo.


                Lo curioso es que a pesar de que su colaboración con los nazis no fue prolongada en el tiempo, el peso de estos notables trabajos (a pesar de su ideología) marcó a Leni hasta el fin de su centenaria vida (murió a los 101 años.) Aunque yo no me lo creo, a lo largo de su vida Riefenstahl negó una y mil veces su pertenencia al partido nazi (a pesar de su amistad personal con el Führer), dijo que jamás colaboró con ellos y que, además de no ser antisemita, desconocía las atrocidades que los nazis habían realizado antes y durante la guerra, como son los campos de concentración. Que este argumento lo esgrimiera un ciudadano alemán de a pie que en el periodo de posguerra se viera seducido, como tantos otros en tiempos de crisis, por la oratorio de un líder al que vieron como salvador, lo podría entender, de hecho siempre he entendido el auge del nazismo como una paranoia colectiva en la que se vio lo que no se debía.


Pero dicho argumento no lo puedo creer en Leni que vivió de primera mano el desarrollo del nazismo desde la cima. Pero es algo que le sucedió a muchos dirigentes o “nazis importantes” que una vez acabada la guerra, bien por efecto psicológico o bien por lavar su imagen, afirmaron que no sabían nada de las atrocidades hitlerianas. Difícil de creer, pero en fin.
Sea como sea, nazi convencida o simplemente una inocente directora que no vio ni oyó nada de lo que los nazis estaba haciendo, pienso que Leni es una figura a rescatar ya no sólo por la formidable técnica e interés artístico de sus “películas nazis” sino también porque hasta bien avanzada edad siguió con sus fotografías submarinas (falsificando la edad para poder obtener el carnet que permite dicha actividad) o los interesantes reportajes fotográficos sobre las tribus africanas. Fue, además, una mujer enérgica y sacrificada, al menos para el cine. Como ella misma contaba montó a solas y dejándose prácticamente los ojos en ello los interminables rollos de ambas películas nazis cuyo metraje total era de dimensiones titánicas. Por dar un dato, para El triunfo de la Voluntad Leni se enfrentó en la sala de montaje con unos ciento treinta mil metros de película. Dicen que era extremadamente meticulosa y perfeccionista algo que ponía notablemente de los nervios a Goebbles, encargado de la propaganda nazi, desesperado al ver que, tras todo el despliegue, las cintas tardaban más de dos años en salir a la luz.   


No obstante la obra de Leni debe ser valorada por mucho que nos duela ver lo que sale en sus películas. Estas obras, por otro lado, ayudan a situarnos en tan complicado momento histórico. Si nosotros, nada sospechosos de ser nazis, podemos quedar cautivados con esas imágenes, puedo entender a la perfección como la locura alemana de los años 30 acabó en lo que acabó con una adecuada manipulación mediática, manipulación de la que, repito, nosotros no estamos exentos aunque ya no sea a favor de los nazis y aunque no nos demos cuenta (como tampoco se darían cuenta ellos, porque aquello del “pan y circo” sigue vigente.)
Sin embargo me resulta curioso que en el caso de S.M. Eisenstein existan menos reparos ideológicos cuando, dejando al margen la intachable excelencia de sus películas en todos los aspectos técnicos y narrativos, estas estaban al servicio de otro régimen despiadado y que poco o nada le tenía que envidiar al de Hitler, salvo el hecho de ganar la Segunda Guerra Mundial: la U.R.S.S. de Stalin, un régimen totalmente bárbaro (con campos de concentración también, para el que no lo sepa) que sin embargo no se suele enjuiciar tan duramente imagino que por desconocimiento. Y ojo, con esto no condeno la doctrina comunista, condeno el comunismo (que no lo era) que llevaron a cabo Stalin y compañía. Una dictadura, muy roja, pero una dictadura. 



Pese a ello las obras de Eisenstein, aunque están directamente relacionadas con la ideología de la U.R.S.S., no han sufrido el rechazo que han vivido las películas de Leni a causa de su mensaje y en el caso del director soviético el peso de la política se ha diluido bastante más que en las obras artísticas de otros regímenes, cuando su mensaje es igualmente manipulado.
No obstante puedo esgrimir algunos argumentos de por qué esto ha sido así: en primer lugar porque la labor cinematográfica de Eisenstein ha sido valorada como mucho más crucial que la de Leni y por tanto se ha sabido dejar en un segundo plano a la ideología. El segundo argumento es el que ya he comentado antes, que por desconocimiento no se tiene la misma imagen del nazismo que del estalinismo. El tercero es que siempre nos resulta más fácil defender al que luchó contra los nazis que a los mismos nazis, obviamente. Y en cuarto lugar que, aunque las películas de Eisenstein son un ejercicio más de propaganda (aunque cinematográficamente excelente) su mensaje, aunque luego Stalin no lo hacía cumplir, o podemos encajar mejor: igualdad, defensa de los trabajadores frente a la tiranía, los ricos son malos los pobres son buenos… y nada hay de odio al judío o cosas por estilo; a pesar de que la realidad de la U.R.S.S. estuviera muy alejada de todo esto en cuanto a tolerancia e igualdad. Sobra con nombrar las purgas estalinistas, la censura, las persecuciones…


A favor de Eisenstein, estuviera o no convencido del estalinismo, se puede decir que, quizá al igual que Leni y otros autores del nazismo o de la U.R.S.S., no tuvo más remedio que trabajar bajo amenaza de encontrarse, en caso desfavorable, ante el tribunal del partido o a  tener que viajar forzadamente a Siberia.
Sea como sea, del mismo modo que ver una película de Leni no te convierte en un nazi, ver un film de Eisenstein no te convierte en un estalinista. Porque si lo creemos así nos perderemos el goce que supone ver magníficos films que, aún siendo obra de una propaganda e ideología que rechazamos, tienen infinidad de matices y de capacidad técnica y sobre todo de montaje, que han creado escuela y que suponen dos páginas  importantísimas de la historia del cine, por mucho que, aunque hayan pasado más de 60 años de las guerras mundiales y de todos aquellos regímenes, estas películas sigan haciéndonos “rechinar”. Algo que, por otro lado y como tanto he defendido, no impide valorarlas como excelentes películas dignas de ser estudiadas por su maestría y por sus hallazgos.
En todo caso abogo por la autonomía del arte frente a la ideología y el que seamos capaces de ver,  independientemente de la idea política que emana de la obra o del autor (perfectamente condenable o criticable), el peso formal o estético que las obras tienen y que no debe ser rechazado por la conveniencia ideológica que la obra puede poseer respecto a nosotros. 

Sin embargo, como he expuesto en el caso de Eisenstein ¿por qué hay autores que se convierten prácticamente en anatema y otros no cuando han estado al servicio de atrocidades semejantes? Ejemplos siempre doy muchos y hay algunos que siguen sorprendiendo.

Todos nos rasgamos las vestiduras con Leni Riefenstahl pero ¿por qué no con D.W. Griffith cuando El nacimiento de una nación (1915) es un panfleto racista? En este caso se dice que la obra de Griffith es una de las primeras obras maestras del cine y que establece las bases de tantos aspectos cinematográficos que no nombro para no hacer más largo el texto. Y es algo que es cierto, tiene su valía y la aceptamos a pesar del contenido racista ¿Por qué entonces no somos capaces de ver más allá con otros directores o artistas? 


 Nadie condena a Wagner a pesar de su antisemitismo porque hemos visto que sus óperas son obras maestras. O nadie rechaza el arte de Dalí cuando le encantaba fotografiarse con Franco, vivió holgadamente en aquellos años de la España gris y pintó, entre otras cosas, un retrato de una de las nietas del dictador (sí, esa misma pájara que sigue paseándose todavía hoy por los platós de televisión, la nietísima, cuyo único "mérito" es ser nieta de Franco y a la que, sin embargo, le pagan millonadas por hacer exclusivas.)


No soy capaz de dar una respuesta a por qué motivo, si existen tantos artistas que han estado al servicio o han estado convencidos de una ideología que rechazamos, algunos han sido condenados dejando a su obra en un segundo plano y otros nos encantan sin plantearnos si un día hicieron gala de algo que ideológicamente rechazamos. Una clave, como ya apunté, es el propio tiempo y otra, y creo que de más peso, la condena o el interés que la propia historiografía (otra cosa nada independiente de la ideología de aquél que escribe) ha formulado, creando unos tópicos y unos parámetros que han alcanzando en muchos casos particulares las propiedades de “mito” o de “anatema” y que, no sé bien por qué, nadie se atreve a revisar.

1 comentario:

  1. En todo tienes razón, el arte siempre, SIEMPRE ha estado al servicio de alguna ideología o grupo político, sea el que sea, desde sus comienzos, y quien diga lo contrario ha dejado que su idealismo le ciegue. Sin embargo a veces es duro asumir que las manifestaciones artísticas que uno más aprecia provienen de personas o colectivos que profesan valores que tú no compartes en absoluto (aunque suene frívolo, a mí me pasa a veces con Manowar).

    Justamente recuerdo que el curso pasado en Egipto Antiguo nos proyectaron en la facultad "Faraón", de Jerzy Kawalerowicz (creo que se escribe así, pero a lo mejor me he colado). La película es visualmente impresionante, y la falta de banda sonora (que sustituyen por cánticos religiosos y el zumbido del viento) acaba turbándote, en el buen sentido. Sin embargo, al estudiarla descubres todos los mensajes de propaganda comunista escondidos en la trama, especialmente el anticlericalismo brutal de la Polonia soviética. Y a pesar de todo, yo diría que es una buena película. Tiene imágenes muy bellas, los actores son buenos y la ambientación histórica es casi intachable.

    Supongo que habremos de acostumbrarnos más a dejar de lado las convicciones políticas de vez en cuando y ver el lado bueno de las cosas. No sólo descubriremos estupendas películas, si no también haremos más amigos XD

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